¡Cuento viejito!...
Tropelía
de diminutivos
Ayer,
el presidente Juan Manuel Santos –en una clara alusión al expresidente Álvaro
Uribe (por aquello de “Hijito, ¡por Dios!”, del gustico, y de sus huesitos, sus
carnitas y sus huevitos)– propuso acabar con los diminutivos.
¡Nada
nuevo! Carlos Lemos Simmonds, a quien tampoco le gustaban las pequeñeces, al inicio de los años 90 –mucho
antes de que Ernesto Samper le asignara una pensionsota vitalicia, por una
“palomita” de nueve “díitas” en la Presidencia– había comentado:
“Hace ya unos años escribí acerca del síndrome
del diminutivo, como una de las peores características de nuestro país. Aquello
de conseguir una platica, hacer un viajecito, tomarse unos traguitos, comprar
una casita, pedir un favorcito, levantarse un puestico, y hasta servirse un
tintico es, como lo dije entonces, la expresión verbal de una actitud
subalterna e inferior ante la vida. Y, desde luego, la renuncia anticipada a
pensar en grande para solucionar los –esos sí– enormes problemas que afronta la
nación”.
Y “Ogil”
agrega este otro diminutivo del romancero popular:
“¡Don
Juan, don Juan..., la puntita no más que soy doncella!”.
* * *